Ayer
estuve dando una de mis charlas a la buena gente independiente. En
este caso fue en Arrigorriaga, en la foto me acompañan los
organizadores del evento y Laura, compañera de mi grupo LVP.
Con
el ardor del profesional docente que quiere que todos los que le
escuchan aprendan de lo que él sabe, les expliqué nuestra andadura
en la gestión política de nuestro municipio. No conté nada
extraordinario, ni tampoco es que yo sea o me considere un reputado
conferenciante o tertuliano televisivo como los que a diario vemos,
pero noté, como en otros pueblos, que estaban encantados escuchando
mi disertación porque como dijo uno de los asistentes estaba
agradecido de escuchar todo lo que había escuchado con un lenguaje
sencillo y haber oído hablar de la política de un modo más natural
y comprensible ( ¿ Es eso lo que dijiste, Pepelu?). De ahí viene
el título que le he puesto a esta entrada de mi blog.
Creo
que a la política le falta naturalidad, normalidad, y a los
políticos el uso de un lenguaje más claro y accesible. Un lenguaje
que le acerque a la ciudadanía y no un lenguaje técnico
difícilmente comprensible. Y sobre todo les falta a la política y a
muchos políticos un poco de seriedad, un mucho de trabajo y de
voluntad de servicio a favor de quienes con su voto hacen posible que
se dediquen a este noble ejercicio de la política, que persigue
mejorar las condiciones de vida de nuestros conciudadanos y
conciudadanas, de todas y todos, independientemente de a quien otorguen su voto.
Es este el camino a seguir para recuperar la deteriorada imagen del político.
En este momento rememoro el primer punto de uno de mis decálogos, que aparecen en mi libro "20 años de gobierno ciudadano":
¿Tiene
sentido meterse en política? ¿Prestar el esfuerzo, la dedicación,
la capacidad, el tiempo que requiere y que le robamos a nuestro
trabajo, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nosotros mismos? Sí,
merece la pena. La política es la actividad de los hombres libres.
Cuando los ciudadanos dejan de prestar atención por la política,
llegan a las instituciones políticos que no prestan atención a los
ciudadanos.
El
mayor mérito del hombre consiste en determinar sus circunstancias y
no dejar que las circunstancias lo determinen a él.
A
raíz del 15M, el grito de “Basta ya” de la gente ha conseguido
que se piense más en el votante, que se hable de transparencia, de
participación, de honradez , de congruencia , de cercanía, en
resumen... de normalidad. Sólo hace falta que la practiquen.
Ójala
en poco tiempo la normalidad deje de ser extraordinaria.
Es
mi humilde opinión.