No seré yo quien justifique estos actos violentos que se están produciendo en defensa de una hipotética libertad de expresión , pero sí me gustaría afirmar que:
Cuando bajo el manto de esa libertad de expresión todo se considera ilegítimo, incluso lo Constitucional, cuando el Congreso se convierte en una taberna donde los insultos y las descalificaciones son el sustitutivo de los argumentos, cuando al presidente del Gobierno se le llama criminal en el Pleno del Congreso, cuando se obtienen títulos académicos falsos y quedan exentos de cualquier sanción social, moral o política, cuando antiguos componentes del Gobierno en sede judicial, como testigos obligados a decir verdad, niegan la mayor, cuando se rompen discos duros con información de los desmanes cometidos por el partido que gobernaba con mayoría absoluta, cuando para tapar la corrupción se cambia de sede, cuando hay componentes de la Judicatura ejerciendo y realizando nombramientos, con sus mandatos caducados, cuando se judicializa la política y se politiza la justicia, cuando la propia Policía es usada para destruir pruebas, cuando aprovechando la ingeniería fiscal se evaden impuestos y se desvían miles de millones a paraísos fiscales, cuando un rey ladrón se fuga y la caverna mediática pretende que le hagamos homenajes en lugar de criticarle, cuando en una pandemia mundial se juega con la salud por un puñado de votos, cuando responsables de CCAA defienden hoy un hecho y mañana su contrario, cuando demuestran su ineptitud a diario y aquí no pasa nada, etc, etc,...
... Se desautorizan los argumentos para defender la normalidad que cada vez es más extraordinaria. Resultará muy difícil llegar a recuperarla.
Es mi humilde opinión y puedo estar equivocado.
