Sigo con mi relato de algunos de los pasajes de mi libro "20 años de gobierno ciudadano" en su segunda edición:
El
titular de este apartado no tiene nada de peyorativo y lo pongo con
cariño, pues en gran parte estoy de acuerdo con las decisiones de
los representantes de los nuevos grupos políticos.
Hay
ciertos gestos que no comparto y entiendo que en algún momento se
establecerá la normalidad. Posiblemente, cuando extinguida la
corrupción política, se recupere la triste valoración que la
ciudadanía tiene de la figura del político producida por la deriva,
corrupta y antidemocrática, de algunos partidos y de algunos de sus
responsables.
No
comparto uno de esos gestos que ahora se publican a diario con
bajadas de sueldos de los políticos hasta cifras que cercenarán la
posibilidad de dar un paso al frente a personas que, por mucha
vocación de servicio que tengan, no abandonarán sus trabajos mejor
remunerados, para dedicar al ejercicio de la política muchas más
horas y con mayor responsabilidad y riesgo
Me
permito afirmar que es un ejemplarizante y loable gesto, pero opino
que el ahorro en la administración se debe hacer de otros modos:
reducción de asesores políticos y de cargos de confianza, eficacia
en la gestión, concursos públicos con luz y taquígrafos, abiertos
a una competencia honesta entre empresas, adelgazamiento de las
plantillas de funcionarios colocados por enchufe en puestos creados
artificialmente, acabar con el fraude y con los paraísos fiscales...
Los
políticos deben ganar bien. No ganar excesivamente. Nadie debería
ganar menos que en su trabajo de procedencia. El sueldo de un
político no debe ser motivo de un gran enriquecimiento pero tampoco
debe gravar a sus familias.
Todos
los sueldos de los políticos deben estar prefijados por grado de
responsabilidad, presupuesto que se gestiona, número de habitantes,
etc., para que nadie se enriquezca, ni que tampoco se perjudique. Una
vez fijados los sueldos se evitará que los mediocres cobren una
obscenidad o que un insuficiente sueldo pueda ser motivo para que los
hábiles se queden en casa o que algunos gobernantes se conviertan en
corruptos con la disculpa de que no les llega con lo que cobran.
A
los políticos se les debe valorar por su dedicación, por su afán
de servicio y por sus resultados, no porque cobren menos que los
funcionarios a los que lideran o porque vayan en bici o en Metro a su
trabajo.
Esto
último lo aplaudiría si no conllevara un grado de inseguridad,
debemos tener en cuenta que se toman decisiones que afectan a las
personas y que no todas son comprendidas y aceptadas por sus
receptores. Y algunos de ellos entienden más de la razón de la
fuerza que de la fuerza de la razón. Sobre todo, a los poderosos a
los que afecta nuestra acción de gobernar.
Que
conste que cuando consultamos a EUDEL (Asociación de Municipios
Vascos) cual debía ser mi sueldo, de “motu propio” me rebajé un
10%, he usado mi coche propio y el Metro habitualmente y nunca he
tenido un enfrentamiento con ningún vecino o vecina.
No
creo que cobrar 500 € al mes más que mis colegas docentes, fuese
una obscenidad si tenemos en cuenta las horas de dedicación y el
grado de responsabilidad de cada función.
Estoy
plenamente conforme y contento con observar las aclamaciones
recibidas por los nuevos cargos, de gente que procede del movimiento
ciudadano, de las actuaciones contra los desahucios, contra el
fracking, contra los cementerios nucleares,… ya se nota que en la
política de algunas instituciones se comienzan a valorar más los
intereses de las personas y las familias que los intereses de los
bancos. Poco a poco se irá logrando que dejen de llevar los dineros
a los paraísos fiscales los mismos que nos recortan derechos, nos
suben impuestos y nos insultan diciendo que hemos vivido por encima
de nuestras posibilidades."